En los manuales y actos escolares suele repetirse la escena: San Martín llega al norte en 1814, se encuentra con Güemes en la posta de Yatasto, y este le presenta un plan para liberar el Perú atacando desde el Alto Perú, mientras San Martín avanza por Chile. La postal es perfecta, pero el documento no aparece. No hay carta, parte de guerra ni testimonio directo que confirme que eso sucedió tal cual.
Sin embargo, lo que importa no es si Güemes desplegó un mapa sobre la mesa. Lo que importa es que esa estrategia —la de dos frentes convergentes— existió. Y que fue, probablemente, una de las decisiones más lúcidas de toda la guerra de la independencia.
Güemes y la guerra del norte en el territorio
Güemes no venía de la academia ni del protocolo. Venía del barro. Conocía el territorio mejor que nadie, pero también conocía el comportamiento del enemigo, la dinámica de las invasiones, las rutas de abastecimiento y los tiempos de la política porteña. No tenía manuales, pero tenía algo mucho más valioso: comprensión estratégica. Entendía que no podía enfrentar a los realistas con las mismas reglas, y por eso inventó otra forma de guerra: irregular, móvil, descentralizada.
Mientras tanto, San Martín —que sí venía de las guerras europeas— lo reconoció de inmediato. Supo que si quería cruzar los Andes con tranquilidad, necesitaba que alguien sostuviera la frontera norte sin pedir permiso a cada paso. Y ese alguien fue Güemes.
El plan continental no nació en un papel
A veces se confunde estrategia con plan. Se cree que hace falta un documento prolijo, un cronograma, un conjunto de acciones detalladas. Pero la historia demuestra otra cosa. En los momentos clave, la estrategia aparece como una lectura compartida. No hace falta ponerla por escrito si los actores involucrados saben lo que está en juego.
En Yatasto, no quedó ningún acta firmada con Güemes, pero sí se selló un acuerdo tácito entre dos liderazgos que se entendieron sin hablar de más. San Martín avanzaría por el oeste, Güemes lo cubriría desde el norte, y ambos golpearían al imperio donde más dolía: en Lima.
Güemes y los caudillos federales
Lo más interesante de esta historia no es la anécdota, sino el patrón. Porque seguimos creyendo que las grandes decisiones se toman en las capitales, que el centro diseña y la periferia ejecuta. Yatasto fue al revés.
No hubo un plan bajado desde Buenos Aires, sino una estrategia que emergió del vínculo entre dos líderes con lectura política, autonomía operativa y sentido de misión. Uno con la cabeza puesta en la cordillera; el otro, con el cuerpo metido en la frontera. Sin mapas, sin cámaras, sin marketing. Solo con una convicción: que la guerra no se gana desde el centro, sino desde los bordes.
Independencia, liderazgo y sentido estratégico
La escena de Yatasto, entonces, no necesita ser literal para ser verdad. Porque incluso si Güemes no mostró un plan detallado, su estrategia fue ejecutada. Y aunque nadie haya escrito ese acuerdo, cambió el rumbo de la historia. Lo que pasó en esa posta no fue un trámite ni una ceremonia. Fue una decisión. Y una señal de que, cuando la política y el territorio se entienden, la estrategia aparece sola.